Limpiar los huevos adecuadamente es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria. Al hacerlo, es crucial evitar el uso de jabón, ya que este puede penetrar la cáscara y contaminar el interior del huevo con sustancias químicas no deseadas. Optar por agua corriente es la mejor forma de limpiarlos, ya que elimina la suciedad superficial sin riesgo de dejar residuos nocivos.
Una vez limpios, secarlos inmediatamente es una práctica recomendada. La humedad en la cáscara puede convertirse en un caldo de cultivo para bacterias, por lo que eliminarla ayuda a mantener los huevos frescos y seguros para su uso posterior en la cocina.
Un truco útil para facilitar el pelado de los huevos es hervirlos con agua y sal. Este proceso ayuda a que la cáscara se desprenda con mayor facilidad. Al agregar sal al agua de cocción, se produce una ligera interacción química entre la sal y la membrana interna del huevo, lo que hace que la cáscara sea más fácil de pelar una vez que los huevos estén cocidos.
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