La carne de los solomillos, cuando está poco hecha, es muy blanda a la presión. En cambio, cuando está al punto, se nota un poco más dura y da como resultado una carne rosada en el interior y hecha en el exterior. Finalmente, cuando está hecha, la carne se va volviendo dura y cuando la presionamos con el dedo se nota tersa. En este caso tendrás una carne grisácea y muy poco jugosa.
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