El picor suave de la mostaza marida a la perfección con el dulzor de la miel, y la glucosa de esta crea una costra crujiente y tremendamente deliciosa e irresistible en las alitas. No te arrepentirás de hacer esta receta.
Eso sí, te avisamos que no quedará ninguna, ¡así que ten manos rápidas y coge todas las que puedas!
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